Alfonso Velasco, Ángel Luis Margüello y Luis Álvarez se conocieron en los años 90 cuando los contrataron para levantar desde cero una importante bodega en Ribera del Duero. Cada uno se ocupaba de un aspecto del proyecto y además de descubrir que conformaban un gran equipo profesional, también se hicieron amigos. Fue ahí donde empezaron a pensar en desarrollar su propia bodega, sueño que por fin se materializó en 2013 con la fundación de El Inicio. Primero comprando viñedo –32 ha propias y 65 controladas– y luego instalándose en una antigua bodeguilla castellana típica donde se vendían vinos a granel enclavada bajo el histórico castillo de Peñafiel, cuyas instalaciones trans formaron para elaborar sus propios vinos.
La esencia
Rivendel Tercer Año surge del deseo de los tres socios de volver a los orígenes de Ribera del Duero, antes de que se creara la DO, un tiempo en que los vinos de esta zona eran conocidos por su suavidad, elegancia y longevidad. Pues, según ellos mismos explican, en la actualidad prevalece la potencia, la sobremaduración y los taninos excesivamente marca dos, desvirtuando en parte la esencia de la región. Por estos motivos han buscado un vino cuyo estilo esté más basado en su propio potencial que en el tiempo que permanece en barrica. Para ello, después de 15 años de elaborar con los mismos viñedos han seleccionado aquellos que consideraban aptos para este proyecto; cepas de tempranillo de más de 40 años cuya altitud –entre 800 y 900 m–, orientación y tipo de suelo propician el estilo buscado.
El camino
En el proceso de elaboración Ángel Luis ha priorizado que la madera no se imponga al vino, así, al reposar en botella, la función de ésta no será suavizarlo debido al exceso de taninos de la madera pues el vino ya es suave de por sí, sino que debe incrementar su complejidad. A través de una vinificación natural con sus propias levaduras y mínimo intervencionismo, crianza en depósito de varios meses y una segunda crianza de 12 meses en barricas 70% roble francés y 30% americano –como se hacía en los 90– para luego reposar en botella al menos otros 12 meses, han conseguido el vino que tanto tiempo llevaban buscando. Un Ribera del Duero que ofrece lo que anticipa en nariz; carnoso, sabroso y sedoso a la vez, con una elegancia y equilibrio que se puede disfrutar inmediatamente sin perjuicio de que, conservado en óptimas condiciones, desarrolle una evolución positiva en los próximos años.